martes, 18 de marzo de 2008



No se cuanto tiempo halla pasado, quizás minutos, horas, días y hasta años, solo se que por fin vuelvo a abrir los ojos, por fin veo las hojas caídas de los árboles, veo el presente seco y vació de lo que en su momento fue un lago, las flores muertas y deshojadas, sus pétalos muertos esparcidos sobre mi y sobre el mundo, veo a la gente o lo que supongo es gente, porque ya no puedo reconocerlos como seres humanos, los veo como sombras, con sus cruces, cargando con sus errores, con sus soledades y temores, los veo como lo que siempre fueron y nunca pude ver.
De pronto de la nada siento que el frió me embarga por completo, que la oscuridad se aproxima, miro desesperada hacia todas partes, no veo nada, solo percibo frió y oscuridad y la certeza de que todo llega a su fin, cierro los ojos con la intención de dejarme estar, que el tiempo se encargue de todo. Pero no es tan sencillo, el tiempo, el frió y la oscuridad no son suficientes, y entre medio de frases incoherentes, de espasmos, de miedo y soledad veo un luz, un haz de esperanza, tan remoto y lejano como el sol, como la calidez de una tarde acurrucada en brazos de mi madre, veo la luz pero se que esta lejos, aunque no importa me levanto, con pesar, dificultad y voluntad y ando repitiendo una y otra vez esas frases incoherentes que ahora cobran sentido, repitiendo quizás la palabra mas incongruente de todas “esperanza”.

Zingara

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